Una de las grandes apuestas del gobierno de Javier Milei es la energía nuclear, esencial para el desarrollo de centros de datos de Inteligencia Artificial (IA), cada vez más demandados por los gigantes tecnológicos. De lograrlo, Argentina podría posicionarse como el primer país del mundo en contar con reactores modulares pequeños (SMR, del inglés Small Modular Reactors) comercialmente disponibles y el tercero en tener uno operativo, siguiendo los pasos de China y Rusia.
Si se tienen en cuenta las urgencias de un país donde cuatro de cada diez personas son pobres y la inflación mensual se mantiene todavía en torno al 3%, el plan suena a ciencia ficción. Pero en la cabeza del principal asesor de Milei y director de Nucleoeléctrica Argentina -la empresa estatal encargada de operar las plantas de energía nuclear-, todo parece tener sentido.
“Este es mi bebé. Mi idea”, afirmó el físico y economista Demian Reidel, convencido de que la energía nuclear es la llave que pondrá al país vecino en el mapa de la revolución digital.
El corazón de la apuesta de la administración de Milei es el ACR-300, un pequeño reactor modular (SMR) patentado por Invap en Estados Unidos. El proyecto cuenta con el respaldo de un inversor estadounidense anónimo, según el director de Nucleoeléctrica Argentina, pero no es que invertirá en el reactor, sino que será accionista. No se sabe qué porcentaje poseerá el Estado ni cómo funcionará esta nueva estructura.
Los SMR son reactores compactos, transportables y escalables que pueden instalarse cerca de donde se necesita la energía, reduciendo así las pérdidas. Según subrayó Reidel, son lo único capaz de abastecer el salto energético que implica la IA.
“La inteligencia artificial va a disparar una demanda exponencial de energía. No hay forma de cubrirla con lo que tenemos”, explicó Reidel al medio Rest of the World. La solución, según él, está en lo que llama “energía limpia, escalable y estable” como es la nuclear.
Empresas como Google, Amazon y Microsoft ya firmaron acuerdos por miles de millones de dólares con operadores nucleares en Estados Unidos. Ahora, Argentina quiere sumarse a esa ola no sólo como cliente, sino como proveedor.
Argentina cuenta hoy con una treintena de centros de datos. Un número modesto comparado con los gigantes. Respecto a las ambiciones de crecer, y según estimaciones, el mercado local de IA y procesamiento mueve USD 233 millones y podría superar los USD 400 millones para 2034. El problema no es la demanda. Es la capacidad de abastecerla.
Hasta la fecha, pese a los intentos de Milei por atraer inversiones, nada ocurrió.
Su viaje a Silicon Valley en mayo de 2024 para seducir a los líderes del sector tecnológico apenas derivó en fotos con Elon Musk, una reunión con Sam Altman y otra postal con Mark Zuckerberg después de una charla destacando las bondades de la nueva Argentina desregulada. Pasó como con sus visitas a la sede de Tesla: pese a los guiños constantes y las bromas con la motosierra regalada a Musk, apenas Starlink -ya presente en Chile, por ejemplo- llegó a habilitarse en Argentina.
La motosierra de Milei tiene demasiado filo
Mientras Reidel imagina una Argentina liderando la revolución energética global, en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), los trabajadores acumulan reclamos y malestar por los recortes, los bajos sueldos y la falta de rumbo ante el desfinanciamiento del área científica apoyada por el Estado. Ante este magro panorama, en el sector consideran que el país está perdiendo capital humano valiosísimo, justo cuando más lo necesita.
La apuesta de Milei no es menor. Busca posicionarse en un terreno donde pocos se animan a competir: energía, tecnología y geopolítica. Pero el camino es largo. Y el tiempo, escaso. Para que el ACR-300 esté operativo en 2030 en el complejo Atucha de Buenos Aires, no alcanza con financiamiento. Se requiere confianza, planificación y continuidad.
Porque, como suele ocurrir en la Argentina, lo difícil no es tener grandes ideas. Es sostenerlas en el tiempo sin que se esfumen tras distraer un rato a la población de otras problemáticas palpables.
La Central Argentina de Elementos Modulares (Carem), como se lo conoce al primer reactor modular argentino, iniciado en 2014 por la CNEA, fue paralizado a poco de que Milei asumiera a fines de 2023. El recorte presupuestario dejó la obra inconclusa, con un 85% de avance y más de 470 trabajadores despedidos. La medida provocó huelgas y un conflicto con la comunidad científica. Muchos investigadores dudan de la factibilidad real del nuevo plan nuclear. No por falta de visión, sino por desconfianza en la ejecución.
La paradoja: el Gobierno apuesta todo a los SMR mientras desfinancia al organismo que desarrolló el primero. De todos modos, para el funcionario argentino, las negociaciones con empresas para invertir en centros de datos están “muy avanzadas”, sin proporcionar más detalles.
Reidel ya piensa en las fases por venir. La segunda etapa de su plan prevé extraer uranio y exportarlo. Y la tercera, aún más ambiciosa, apunta a fundar una ciudad nuclear en la Patagonia: un centro sin combustibles fósiles, alimentado por SMR, repleto de servidores y cableado de fibra óptica para operar centros de datos globales.